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Los viajes intergalácticos son viajes entre galaxias, y son considerados mucho más exigentes tecnológicamente que los viajes interestelares. A la velocidad de la luz, el viaje de la Tierra -situada en la Vía Láctea- a la galaxia de Andrómeda -la galaxia principal más cercana- duraría unos dos millones y medio de años desde el punto de vista de un observador terrestre, pero duraría una cantidad arbitrariamente menor para el viajero debido a la dilatación del tiempo, en función de lo próxima que sea la velocidad de la nave comparada a la de la luz.

En términos de ingeniería, los viajes intergalácticos son considerados pura ciencia ficción. A causa de las enormes distancias, el viaje a otras galaxias es definitivamente poco práctico debido a la necesidad métodos de propulsión mucho más avanzados que los actuales. Incluso si estas cuestiones fueran solventadas, navegar en una nave espacial a través de tales distancias requeriría un entendimiento mucho más profundo de coordenadas galácticas y posición, y también una forma no sólo para decelerar la nave al llegar al objetivo, sino también para encontrar exactamente la estrella, planeta o cuerpo que se pretende alcanzar.

Otra preocupación de los viajes intergalácticos sería que para cuando una nave espacial alcanzara otra galaxia, se habrían desarrollado en la Tierra tecnologías de propulsión mucho más avanzadas, lo que implica que sería más eficiente simplemente enviar otra nave espacial que viaje a mayor velocidad. Esto supone que cada nueva misión lanzada pronto pasa a estar obsoleta.

Aunque todavía en fases iniciales teóricas, el hipotético uso de agujeros de gusano probablemente sea -a nivel técnico y práctico- la solución más apropiada para viajes intergalácticos e incluso para viajes interestelares.

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